Mujer
independiente, aunque se casó muy joven, nunca abandono sus pasiones ni su
actividad literaria. Entre sus muchas publicaciones está esta novela: Los Pazos de Ulloa, publicada en
1886 y que forma un díptico con otra posterior titulada La Madre Naturaleza.
Emilia
escribe una novela realista, protagonizada por Don Pedro Moscoso, Marqués de
Ulloa, teniendo como escenario principal la vieja casa familiar de los Moscoso
en tierras ourensanas. La escritora retrata la situación social de la época, a
mediados del siglo XIX, y de un estamento social del que ella misma es miembro:
la burguesía gallega.
El estamento
es descendiente de aquellos nobles y señores feudales de la Edad Media tan
poderosos económica y socialmente, que empezaron a perder privilegios en el
siglo XV, cuando los campesinos se rebelaron contra el sistema establecido provocando
la caída del llamado Antiguo Régimen. Pues bien, la historia que narra la
novela nos muestra la imagen de un estamento en decadencia que sobrevive intentando
conservar el poco orgullo que les queda, representado por el Señorito de los Moscoso.
Y lo
hace contraponiendo dos mundos diferentes: el rural y el urbano. Mientras que
en la urbe, los
burgueses mantienen aún un cierto estatus y comodidad económica, en el rural la
situación es diferente. Se puede decir que incluso dentro del mismo estamento
se establecen diferencias sociales, porque no es lo mismo ser un “señorito” de
ciudad que uno de aldea, diferencias que se marcan en cuanto a la educación,
modales y cultura que tienen unos y otros, además de en el trato entre ellos, los
“señoritos” de ciudad desprecian a los “señoritos” de aldea. Así lo siente Don Pedro durante su estancia en Santiago, a donde se trasladó con la intención de contraer matrimonio, y lo hizo con una de sus primas, una señorita de ciudad que nunca acabo de encajar en los Pazos de Ulloa.
Pero
dejando a un lado el análisis literario de la novela, como siempre a mí lo que
más me interesa es comentarla desde el punto de vista patrimonial. Así, en ella
encontramos un elemento patrimonial muy característico dentro de la tradición
arquitectónica gallega: el Pazo.
Los Pazos
siguen siendo hoy en día símbolos de poder social y económico, como vemos en
los Pazos de Ulloa. Su origen está en las fortalezas medievales, una época
oscura, en la que estos enormes edificios representaban opresión y dominio, un
dominio ejercido sobre la propiedad de la tierra y los campesinos. Con la caída
del sistema feudal los Señores van perdiendo paulatinamente la propiedad de la
tierra y el poder sobre los campesinos. Los descendientes de esas familias no
supieron adaptarse a los cambios, sobre todo los que tenían sus feudos en el
rural gallego, y al perder propiedades y el poder sobre los campesinos,
perdieron las rentas con las que mantenerse ellos y sus Pazos.
En la
novela, Emilia va incluso más allá y nos muestra como en el siglo XIX la situación
era tan mala para los “señoritos” que malvivían en sus viejas casonas y Pazos
destartalados. Esa es la imagen que nos ofrece la novelista, viejos Pazos sin
ventanas, muebles carcomidos, suelos podridos,…y señores manipulados y engañados por sus
administradores y demás personal de la casas. La decadencia del estamento se refleja en sus casas familiares, anunciando el fin definitivo de su dominio sobre la propiedad de la tierra, un proceso que empezó cuatro siglos antes.
Por
toda Galicia nos podemos encontrar hoy en día con muchos de estos antiguos
edificios nobles bien conservados, llenos de historia y vida, aunque son pocos los que siguen siendo propiedad de algún descendiente de aquellas familias nobles, muchos fueron vendidos o pasado a mano públicas. Pero también con
las ruinas de los que quedaron abandonados y
olvidados, pero que conservan entre sus piedras la memoria de tiempos mejores.
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